Yo quiero a mi hermana con locura.
Somos sólo dos y nos llevamos tres años y medio de diferencia; un poco demasiado para haber hecho vida completamente juntas -solamente en verano coincidíamos de noche, por ejemplo-, pero perfecto para ser… hermanas. Hermanas muy unidas. Se habla mucho de la amistad, de lo bonito que es compartir tu vida con amigas, y es verdad, pero no es lo mismo ni mucho menos.
Pues la muy traidora se ha ido a Nueva York. Hace unos años escribía sobre ella aquí y también la llamé traidora. No es que sea una persona especialmente susceptible (puede que sí, pero no es el caso), sino que soy egoísta y la quiero para mí. Hace cinco años decidió casarse y fue alta traición, pero haberte ido al otro lado del mundo no tiene nombre, querida. Y encima con mi ahijado, que es el niño más guapo del mundo mundial, OBJETIVAMENTE.
La cuestión es que Ana, así se llama, me echa de menos. Yo a ella también, claro, ¿pero cómo estoy tan segura de lo suyo? Por Facebook. Ana nunca publica nada, y esta mañana me he levantado con que ha compartido conmigo un enlace sobre hermanas. El link lo encuentras pinchando aquí.
Me he echado a llorar. No por la música que suena de fondo -siento un odio visceral por las páginas con hilo músical, hagamos algo al respecto– ni por los 23 puntos. El post está bien, las fotos son monas, aunque mi hermana y yo no somos tan chic ni de lejos, y los puntos tienen gracia… pero son 23 puntos tan genéricos que podrían referirse a cualquier buena amiga. Excepto lo de los padres y alguna cosa más, me ha parecido bastante típico. De hecho, estos posts sentimentales sobre la amistad y la familia que han proliferado en los últimos años se merecen un doctorado aparte, que podría ser impartido junto con las mejores frases de Paulo Coelho. Pero ese es otro asunto.
Lo que me ha hecho llorar ha sido la mayor tontería: el hecho de que mi hermana -mi Mana, mi Manita– haya cambiado su comportamiento solamente para demostrarme en público que me echa de menos, porque sabe que a mí me gusta publicar en Facebook. Eso es lo que me ha emocionado, es una tontería y quizá ha sido algo inconsciente, Mana, pero yo lo veo tan claro como si estuviera investigando un comportamiento social entre simios y, sí, tú, mona alejada de la manada, has querido sentirte identificada conmigo. Y me ha encantado.
Dejando las cursilerías aparte, llevo todo el día pensando que me da pena que en el fondo no me haya ENCANTADO el post. Así que, aquí aporto mis 23 puntos particulares. Van por ti, Mana.
23 COSAS POR LAS QUE ECHO DE MENOS A MI HERMANA
- Por todas las veces que salimos «huyendo» de papá, chillando y riendo histéricas, cuando por fin se levantaba del sofá para mandarnos a la cama de una vez. Y por todas las veces que nos peleábamos en el coche y acabábamos uniendo ejército frente al invasor: los dedos pellizcantes de mamá, que intentaba poner orden desde el asiento del conductor .
- Por aquella vez que no me dejaron ver un programa de Martes y 13 y me llevaste a escondidas al salón para ponerme la tele pequeña y verlo debajo de una mesa.
- Por venir a visitarme al patio de los pequeños.
- Por ponerme cada sábado a las 8 de la mañana las zapatillas de andar por casa (rosas de pana) y acompañarme a ver los dibus.
- Por las mañanas en las que se te salía el Nesquick por la nariz de los ataques de risa que nos daban.
- Por las canciones políticamente incorrectas que cantábamos juntas sin entender nada («Negrito sandía, mareas, cuando dices tonterías…»). Y por Los tres alpinos. Siempre por Los tres alpinos.
- Por cuidarme cuando tuvimos aquel accidente de coche, a pesar de tener 9 años.
- Por poner tu mano extendida y ocuparte de hacer desaparecer el caramelo o chicle que no me gustaba.
- Por chincharme cuando comías mousse de chocolate y me lo enseñabas en la lengua. Qué asco, mana.
- Por preguntarme cada día si me había tomado las pastillas cuando me detectaron hipertiroidismo.
- Por chuperretearme toda la cara para que me oliera a babas como último recurso para que cediera y te perdonara alguna bordería.
- Por todas las veces que me trajiste chocolate a la cama cuando me daban ataques de tos y me oías desde tu cuarto. Y por todas las noches que te quedaste conmigo.
- Por comerte la clara del huevo frito y darme la yema.
- Por cómo me colocas el mono de peluche con distintos gestos, y por dejarme la cama abierta y el pijama colocado cuando yo ando de farra.
- Por cómo lloras cuando te hacen análisis. Me dan ganas de meterte en el bolso y llevarte a casa.
- Por saberte todos mis periplos sentimentales de pe a pa… y contarme los tuyos.
- Por mostrar interés hasta por la anécdota más absurda.
- Por todo lo que me piropeas. Contigo me siento Claudia Schiffer.
- Por cómo aguantas estoicamente mis acusaciones de haber robado algo y que luego resulte que lo moví yo de sitio. También por las veces que sí te he pillado robándome algo… que no ha vuelto jamás.
- Por los ratos que bailábamos y cantábamos juntas fatal y tú alababas mi ritmo.
- Por cómo me echabas de tu cuarto sin motivo aparente porque de repente te molestaba. Y por cómo me pedías perdón a los tres segundos.
- Por animarme a hacer siempre lo que quiero.
- Por tu manera de llamarme «gorda» con la boca llena de orgullo. Que te lo noto.
Confieso que también echo de menos a Jaime, el niño más guapo del mundo, pero… no. Aún te prefiero a ti.
Te veo en 15 días, Mana.