Yo sobreviví al Erasmus I: l’arrivo

Observando el blog, está claro que ha habido una larga época en la que ha cogido telarañas. Pero, si os fijáis, hay un punto exacto en el que se acaban los posts. Después del 11 de mayo de 2009, no viene nada hasta el 30 de agosto de 2010 -reconozco que desde entonces tampoco he publicado mucho… hasta ahora-.

¿Por qué? ¿Qué ocurrió? ¿Qué hizo que cortase de manera tan abrupta? ¿Qué me impedía seguir escribiendo en el blog? ¿Qué hacía en mi tiempo libre? Pues… básicamente… ser estudiante erasmus.

Sí. El verano de 2009 me lo pasé trabajando en Madrid, sin vacaciones. Pero no importaba, porque aguanté el calor infernal pensando en lo que me esperaba en septiembre: Italia. Bueno, pensando y restregándoselo a mis compañeras, porque mentiríais todos como bellacos si no reconocierais que estas cosas se disfrutan mucho más dejándolo bien clarito.

Total, que en septiembre me planté en Italia. Para ser exactos, en Perugia. Sí, justo, justo ahí: donde un día eres sospechoso de asesinato de una estudiante erasmus porque hay ADN tuyo en todas partes y al día siguiente resulta que no, que eres libre porque no hay pruebas porque todo fue una chapuza. Eso. Ahí. Ciudad segura donde las haya. -También una de las más bonitas que conozco.-

Y sí que tiene que ver el hecho de que me fuera de erasmus con que dejara de escribir, porque son unos meses en los que eres completamente diferente… aka completamente improductiva. No voy a ir por el rollo trascendental de que te cambia la vida -que es posible, oye, como te puede cambiar un día al bajar la basura-, pero sí es verdad que empiezas a ser otra persona. Al menos yo, que nunca había vivido sola, me encuentro de repente sin ayuda en un país desconocido y sin hablar ni papa del idioma. Y os juro que no puede haber mejores recuerdos.

La verdad es que tuve la ventaja de no viajar sola. En el avión fui con Carlos, un chico de mi universidad al que había conocido en un cursillo básico de italiano. Qué bien, pensaréis, es mejor llegar acompañado. Sí y no. Carlos ha acabado siendo un muy buen amigo, y es una de las personas con las que más confianza he llegado a tener, pero cómo es ese momento de tener que viajar con un desconocido, ¿eh? Es como un viaje en ascensor a lo bestia. Y el tema del tiempo se acaba pronto, en serio.

No me acuerdo de qué hablamos, pero le estaré eternamente agradecida toda la vida a Carlos el tener preparado un itinerario para llegar a Perugia. Porque no os penséis que es fácil, que de puerta a puerta desde mi casa de Madrid son 12 horas. Y él lo sabía todo, así que, una vez en Roma, fuimos a la estación de Termini. Allí teníamos que encontrarnos con otra estudiante de nuestra universidad a la que también le tocó Perugia: Vero.

Jamás olvidaré las gloriosas tres horas que sucedieron a nuestra llegada a Termini. Carlos y Vero no se conocían entre ellos; ahí el nexo de unión era yo. La que se quedó sin móvil, no recuerdo por qué, fui yo. La que no localizó a Vero fui yo. Y Carlos, Vero y yo fuimos los tres gilipollas que se pasaron más de dos horas y media buscándose por una misma estación de tren. Verídico.

Ahora que conozco mejor Termini no puedo entender qué pasó, pero hubo un momento en el que pensé que perdíamos el último tren y que estos dos semidesconocidos, cuando por fin consiguieran encontrarse, me tirarían a una vía de tren.

Pero todo fue bien, menos mal, y conseguimos llegar a tiempo, e incluso comenzamos con la loable misión erasmus de colarte en todo lo que puedas. No creáis que no pagamos, qué va, lo hicimos religiosamente, pero no sabíamos que había que convalidar el billete antes de subir al tren; y si el revisor te pilla, multa que cae, porque luego ese billete te puede servir para otro viaje -que sirvió-. Pero no nos pillaron (la suerte del principiante, ¿eh Charlie?), y menos mal, porque tal como íbamos no sé cómo pasamos desapercibidos, y lo de correr lo veía chungo -adjunto testimonio gráfico-.

Cuando llegamos a Perugia, la ciudad con más cuestas del mundo mundial -tienen escaleras mecánicas en las calles, para que os hagáis una idea-, Carlos sabía que había que coger un autobús. Creo que en ese momento se instaló definitivamente en nosotras el espíritu erasmus, porque fuimos completamente idiotas por no coger un mísero taxi. Pero en fin.

En el fondo fue bonito, porque ese también fue el momento en el que aprendimos que para hablar en italiano sólo tienes que poner acento cantarín a lo que digas en español. Un ejemplo: Carlos se sube al bus con su billete previamente comprado, y dice con un par de narices «allora piquiamo?». Eso, tal como suena, si se escribiera de otra manera (pichiamo, porque la «ch» en italiano suena como «qu» o «k»), sería en lenguaje indio/macarrónico algo así como «¿entonces pegamos?» -no es literalmente, no empecemos-. Menos mal que el amigo conductor pasó de nosotros, porque Carlos no le estaba batiendo en duelo, sino que el muy cretino (con amor) quiso decir: «¿ahora picamos?» En nuestra ciudad sí pretendíamos ser legales, al menos el primer día.

Aquí un ejemplo de cómo éramos al llegar:

Creo que esa misma noche fue también cuando Carlos se curó del todo de espanto al compartir cuarto en el hostal con hombres extrañísimos de todo el mundo, mientras Vero y yo nos íbamos al pasillo de las chicas. Pero esa es otra historia que continuaré…

Conquilini, mi mancate.

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PD: He decidido hacer una especie de secuencia contando cosas de Perugia porque, simplemente, me divierte recordarlas y tenerlas por escrito para releerlas algún día. Las iré intercalando con otros posts para no ser monotema, pero espero que os diviertan… Para mí fueron unos meses increíbles.

PPD: Espero realmente cumplir con esto, porque siempre que digo que voy a empezar una secuencia me quedo en la primera. La desidia erasmus, que aún dura.

6 Respuestas a “Yo sobreviví al Erasmus I: l’arrivo

  1. genial como siempre….ya te veo en una caseta en el paseo de coche del parque de retiro firmando tu libro en la Feria del Libro de Madrid
    un abbraccio

  2. Jajajaja… Magari! Hablaré de tu querida Italia, así que atenta, atenta 😉

  3. Todo el mundo que he conocido que ha hecho Erasmus asegura que es una experiencia de esas que no se olvidan y que aquell@s que fueron con novio tuvieron allí sus «asuntillos» y volvieron sin él, jajaja. Muy bonita Perugia, por cierto, tiene Italia ciudades maravillosas.

  4. jajaajajajaja me ha encantado!! me has alegrado el día blonxxx

    SIGUE, SIGUE, SIGUE!!!!!!!!!!! imposible aburrirnos

  5. grande blankiiiiiii…un bacione 😀

  6. Ma Ciccio!! Hai capito tutto??? Bacione dalla Spagna!

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